Luto
Romper con tus padres, y con la familia en general, pero sobre todo con tus padres, es una gran pérdida. Esto es algo que muchos no vemos justo después de romper con ellos y durante un tiempo. La decepción, el enfado y otros sentimientos negativos nos invaden. Al principio o, al menos, esto es lo que me pasó a mí, intenté seguir con mi vida como si nada hubiese pasado. Iba cada día a trabajar, vivía con mi pareja, veía a mis amigos e intentaba olvidar el drama familiar. Cada vez que venía a mi mente intentaba empujarlo y olvidarlo.
Empecé a romper con mi madre a finales del 2018 y principios del 2019. En esas fechas, todavía estábamos en contacto y a veces hablábamos. La situación se deterioró por completo y, para finales del 2019, nuestra relación se había roto. Tan solo unos meses más tarde, al todo el mundo le pilló por sorpresa la pandemia del coronavirus. Mi madre intentó estar en contacto a principios del 2020 y la pandemia, y su preocupación por nuestra salud, estaba justificada. Sin embargo, yo ya había tomado mi decisión y sabía que no había vuelva atrás. No tuve relación con mi madre durante la pandemia. Esto no significa que no me importase. Pensaba mucho en ella y rezaba para que no le pasara nada.
Al romper con mi familia, se acabaron las reuniones familiares y no celebré la Nochebuena en el 2018 o el 2019. En el 2020, nadie pudo celebrar la Nochebuena por las restricciones por la pandemia. Me siento mal al decirlo, pero debo admitir, me alegraba no ser la única persona que iba a estar sin familia en Nochebuena. El 2020 fue muy duro y el contacto social estuvo muy restringido para todo el mundo.
Nada más que se acabaron las restricciones, mi pareja me comentó que unos amigos nos habían invitado a una comida y había aceptado por los dos. Iba a haber como unas diez personas pero, a pesar de que ya no había restricciones, se pondrían las precauciones posibles para evitar cualquier contagio. Después de varios años sin celebraciones navideñas y la dificultad en la pandemia sin socializar, eso eran buenas noticias. Sin embargo, a mí no me lo pareció y le pedí que lo cancelara. Mi pareja se negó. Tuvimos una discusión y pasé un día entero a solas, primero con mucho enfado y luego llorando sin parar. Llegó un momento en que ya no me quedaban lágrimas. Incluso hubo un momento en que pensé que era absurdo estar llorando. Tuve que admitir que, efectivamente, era buena estar en compañía al fin. No tenía sentido estar llorando la verdad, pero tampoco intenté buscarle explicación.

Al poco tiempo, me llegó notificación en el correo que mi padre había fallecido. La familia de mi padre había enviado recordatorios a casa de mi madre, y ella me había enviado uno. Estuve llorando desde el momento en que recibí las noticias durante varios días. No entendía nada. Si yo no tenía relación con mi padre, ¿por qué me estaba afectando así su fallecimiento? Luego me di cuenta que sí que tenía sentido. No solo era dolorosa su muerte sino la relación que nunca había podido ser.
Pensaba que había perdido el control. Dejé de trabajar un tiempo. Mi pareja se preocupó mucho pensando que igual tenia depresión y me estaba autodestruyendo.
Los meses que siguieron fueron tristes pero yo sabía que no tenía depresión. Seguí haciendo deporte, comiendo bien y llevando una vida sana, tal y como menciono en una de las secciones anteriores. Cuando empezó la primavera, me empecé a encontrar mejor. Bastante mejor. Mucho mejor. Era algo que no podía explicar.
Desde finales del 2018, mi vida había sido muy triste aunque no había querido reconocerlo. Simplemente vivía mi vida, para entenderlo de algún modo, en piloto automático. Cumplía con mis obligaciones y, aunque salía y veía a amigos, no disfrutaba de los momentos ni sentía que tenía el derecho a disfrutar. Todo fue diferente en la primavera del 2022. A partir de ahí mi vida se llenó de luz, y empecé a pensar de forma distinta, diciéndome que tenía derecho a estar aquí y no solo vivir sino disfrutar mi vida.
Me costó darme cuenta que los dos episodios que relato arriba, y que me hicieron llorar tanto, representaron los dos episodios de duelo. El primero al no ser posible la relación con mi madre, y el segundo al no haber sido posible una relación con mi padre. Aunque yo creía que no, fueron dos perdidas muy grandes, y era necesario pasar por ese duelo para poder seguir adelante. Me había estado engañando diciéndome que no pasaba nada y que todo estaba bien. No era verdad. Romper con tus padres es algo inmensamente doloroso y hay que aceptarlo.
Por lo tanto, si has roto con tus padres y no tienes relación con tu familia, te debes permitir pasar un duelo. Algunos viven ese duelo al poco de romper con sus padres. A otros les ha pasado al cabo de un tiempo como me pasó a mí. Igual no lo sienten al principio pero, en el momento que menos esperan, empiezan a llorar y llorar sin parar.
Pasaron tres años enteros desde que rompí con mi madre hasta que pasé el duelo. Y más de cuarenta y cinco años en pasar el duelo por la ausencia de mi padre. Debes intentar no esperar tanto a tener tu duelo. No debes sentirte mal o pensar que eres débil por estar triste y llorar. El duelo es el primer (primerísimo) paso para poder pasar página y seguir con tu vida de forma plena. El dolor de no tener padres por supuesto siempre estará ahí. Pero una vez pasado el duelo, el dolor será menos y menos doloroso conforme pase el tiempo.
Resumen:
- No tener buenos padres en tu vida es una gran pérdida.
- Debes permitirte pasar un duelo. Es normal estar triste una temporada. Permítete llorar lo que necesites y no esconder esos sentimientos.
- El duelo es un paso necesario para poder pasar página y seguir con tu vida de forma plena.
