Espiritualidad

Hay personas que, al alejarse de sus familias, se acercan más a la religión. Supongo que es para intentar llenar ese vacío y tener apoyo.

Cuando mi madre se separó de mi padre la primera vez, estuvimos alojadas en casa de mi abuelo (el padre de mi madre). Yo todavía estaba en mi niñez. Mi padre quería volver con mi madre y así se lo hizo saber. Mi abuelo le dijo a mi madre que no debía volver con mi padre y que, si volvía, la relación entre mi madre y mi abuelo se habría acabado. Mi padre, que para algunas cosas era muy listo, durante el tiempo que estuvo solo, se acercó a una confesión religiosa minoritaria cristiana. Ellos intentaron ayudarle a dejar el alcohol y a ser un mejor marido y padre. Mi padre convenció a mi madre de que, con la ayuda de este grupo religioso, él era un hombre nuevo y había cambiado.

Mi madre decidió volver con mi padre. Mi abuelo cumplió su promesa y le retiró la palabra a mi madre. El resto de la familia se puso del lado de mi abuelo y mi madre se quedó sola. (Como verás, hay ciertas similitudes. La familia y el resto de la sociedad apoyó a mi abuelo en su disputa contra una hija adulta. Pero no quiero desviar la atención ya que en esta sección nos centramos en la espiritualidad.) El resto de la familia, en aquellos momentos, tampoco quiso saber nada de mí o de mis hermanos/as, a pesar de que éramos unos niños y no teníamos la culpa de lo que estaba pasando.

Esta confesión religiosa minoritaria cristiana nos recibió a todos con los brazos abiertos. Cuando mi padre logró su objetivo de tenernos otra vez en casa, abandonó esta religión y volvió a su vida de antes. Pero mi madre, mis hermanos/as y yo nos quedamos. A mi padre, la mayoría del tiempo, no le importaba. Este grupo fue, a todos los efectos, una familia mucho mejor que la que habíamos perdido. Con ellos nos sentíamos muy a gusto y así pasaron los años.

Estuvimos diez años en esa confesión religiosa. Yo tenía justo 18 años cuando decidí marcharme y fui la ultima en hacerlo. Mi madre y mis hermanos/as lo habían dejado antes que yo. El motivo por el que me fui es porque me gustaba mucho leer y cuestionar muchas cosas. Hubo un momento que tenía una lista de creencias que yo disputaba y contradicciones. Este grupo religioso también exigía varias horas cada semana de reuniones y estudio u otras actividades relacionadas con esa religión. Yo había acabado la enseñanza media y tenía claro que quería ir a la universidad. Este grupo no favorecía la universidad y prefería que los jóvenes entregaran el máximo tiempo y trabajo posible a la religión. Aspectos de tu vida privada también estaban controlados. Por ejemplo, si a los jóvenes de esa religión nos apetecía ir a una discoteca, pues no podíamos ir ya que no era un ambiente apropiado. Podría decir muchas más cosas pero voy a parar aquí ya que este libro no es sobre esa religión sino sobre la familia. Y, no debemos olvidar, fueron mis padres lo que me metieron allí.

Yo, en general, guardo buen recuerdo de mi tiempo dentro de esa religión ya que estuve durante mi niñez y adolescencia, y me fui al cumplir la mayoría de edad. No afectó mi vida de ningún modo ni tuve que renunciar a nada. Muchas otras personas que se han marchado dicen todo lo contrario y lo negativamente que les ha afectado. Al poco de dejarlo, mi madre y yo estábamos hablando sobre el tema. Mi madre en ese momento me confesó que ella siempre había tenido sus dudas. Sin embargo, estar en ese grupo tenía cosas muy buenas como, por ejemplo, estar con gente agradable y, lo más importante, nos podía tener a mí y a mis hermanos/as controlados en casa y sin salir por ahí como hacia otra gente joven. Así ella no sufría.

Durante los años que pasé en esa confesión religiosa, como podrás imaginar, mi vida era intensamente religiosa. De hecho, el primer libro que leí en mi vida fue la biblia. Al dejar ese grupo, abandoné en cierto modo la religión. Como esos años dentro del grupo religioso fueron tan intensos, el aspecto religioso en mi vida se quedó dormido. Muchos años más tarde, el sentimiento religioso volvió a mí de manera inesperada y empecé a ir a misa de forma regular, pero a una iglesia católica. Como le pasa a todo el mundo, hay muchas cosas que no me gustan de la iglesia católica como institución o la forma en que se ha comportado históricamente pero, esos momentos en que estaba en misa con otros creyentes, me hacían sentir muy bien. Con la pandemia, las iglesias (de cualquier religión) cerraron y, al acabarse las restricciones de la pandemia, ya no volví. El motivo es que la pandemia me hizo salir más a la naturaleza y la naturaleza llenó ese espacio que antes llenaba la religión. Sin embargo, sigo creyendo que hay un Dios o hay algo más superior a nosotros y, por lo tanto, no descarto volver en un futuro. Si alguien no es creyente, lo respeto completamente.

Hay una diferencia muy grande entre los años religiosos de mi niñez y adolescencia, y los que tengo ahora. La religión ya no ejerce ese control absoluto sobre mí o mi vida. Si alguna semana o si durante una temporada no asisto a la iglesia, pues no pasa nada y el sacerdote y otros feligreses no me lo echan en cara, ni me dejan de hablar.

Lo último que quieres después de dejar a una familia que te hace sufrir o es controladora es irte a un grupo (ya sea religioso o de otra índole) que hace lo mismo. Sin embargo, esto le pasa a mucha gente que se encuentra sola y vulnerable.

Hay dos cosas aseguradas que cualquier religión u otro grupo quiere de ti al unirte a ellos: tu tiempo y tu dinero. Cuanto más les des, pues mejor para ellos. Por supuesto, te darán muchas explicaciones para justificar por qué lo necesitan y que va a ser dinero y tiempo muy bien gastado. Incluso te dirán que es lo mejor para ti. No caigas en la trampa. Tu dinero es tuyo y te ha costado mucho ganarlo. Y el tiempo es incluso más valioso que el dinero. Esto es algo que mucha gente no ve. El tiempo que se va ya nunca volverá.

Sinceramente, eres libre para gastar tu tiempo y tu dinero como te venga en gana, pero debes tener cuidado con el control que otros ejerzan sobre ti, tu vida y tus finanzas. Como he dicho en una sección anterior, nada es más duro que romper con tus padres. Por lo tanto, si una religión u otro grupo te exige más de lo que quieres dar, pues debes dejarlos. Hay muchos otros grupos o religiones a los que puedes ir.

Al igual que pasa con las relaciones amorosas, en la vida en general, mucha gente está aterrada de la soledad y quieren ser parte, o pertenecer, a un grupo. Hay que aceptar que en esta vida estamos solos. Cuando nacemos, venimos solos. Y cuando nuestra vida llega a su fin, nos vamos solos. Es importante que entendamos que el mundo no se acaba si no tienes un grupo de gente alrededor. Si aprendemos a estar solos, e incluso disfrutar de ello, eso te ayudará a disfrutar de tu tiempo con los demás pero sin que se aprovechen de ti.

Resumen:

  • Toda organización religiosa o de otra índole quiere dos cosas seguras de ti: tu tiempo y tu dinero.
  • Tu dinero te cuesta mucho de ganar, así que no lo des tan fácilmente.
  • Tu tiempo es incluso más valioso que tu dinero. El tiempo que se va ya nunca volverá.
  • Está muy bien formar parte de un grupo siempre y cuando no te manipulen ni te controlen.
  • Evita repetir los patrones tóxicos (que experimentaste con tu familia) con tu grupo religioso o de otra índole.
  • Aunque muchos no lo quieran aceptar, lo cierto es que en esta vida venimos, estamos y nos vamos solos.